martes, 11 de mayo de 2010

O al menos eso creo

No puedes taparme los ojos con la mano, cuando aún ni he despertado y preguntar con voz de gilipollas: -¿Quién soy? - Porque corres el riesgo de que te conteste... Y no, no es porque tenga un mal despertar.

No puedes decirme que me odias, cuando ni siquiera me has dicho que me quieres.

No puedes pedirme que sea alguien, cuando aún no lo eres tú.


No puedes soltarme de la mano, cuando ni siquiera me has enseñado a caminar a tu lado. O por lo menos, no puedes esperar que vaya a permanacer, que esté ahí, caundo te dignes a girar la cabeza.


No puedes, justo cuando estoy a punto de saltar, decirme que es un precipicio.

No puedes reprocharme lo que deberías decirte a ti.

No puedes preguntarme que si estaba llorando, a la vez que te ríes, como si tú no tuvieras nada que ver y como si no supieras la respuesta. Y no puedes abandonar e irte con un portazo al primer:- Déjame - cuando yo he tenido que vivir de tantos.

Pero sobre todo, no puedes enterrarme en la arena, cuando empiezo a levantar la cabeza. Porque ¿sabes en qué te convierte eso?

No puedes darme la espalda, y luego sonreírme como si nada.

Y no puedes hacer todo eso, porque lo haces... Y porque me hace daño, pero yo no sé reprochártelo.

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