viernes, 20 de agosto de 2010

Felisa y Jose María

Ellos no se conocen, pero yo comparto sus historias.

Quería que le acompañara... y lo he hecho.
En realidad llevaba queriéndolo hace mucho, justo el tiempo que yo he estado evitándolo, y no sabía el porqué, pero hoy lo he recordado.

Es cuando te acercas a quien (más) lo necesita, cuando reconoces las carencias que nos envuelven a todos, por lo menos (yo creo) una vez en la vida, lo solos y vulnerables que nos sentimos, por lo menos, (yo creo) una vez en la vida... Y cuánto más haces, más sientes que no haces... Es como aquello de que cuánto más aprendes, más consciente eres de lo que ignoras... Algo así. (Un tío dijo: sólo sé que no sé nada y lo proclamaron sabio... ¿no seré yo también una? :P )

Y es el redescubrir esas carencias, mas en los demás que en mí, lo que más me duele en el mundo... y también en el alma. Porque yo, de alguna forma, puedo controlar lo que sufro, pero no saber lo que lo que siente el otro, eso me mata, a veces por dentro, y otras también por fuera. Y es ese sentimiento, el que me acerca y a la vez, el mismo que después me aleja.

Me he acordado de mí al volver de Nicaragua, he recordado lo vacía que me sentía en mi propia vida... He recordado como intenté de nuevo dar lo que fuera que hubiera en mí, poco o mucho, bueno o malo, pero lo que había al fin y al cabo... y he recordado como cada vez que lo intentaba, volvía igual de triste, sintiendo que aunque hiciera todo, en realidad no estaría haciendo nada.

Iba a su casa, le recogía, paseábamos un rato y me invitaba a merendar, pese a que yo me negara. Él siempre pedía tarta de manzana, porque le gustaba Soraya la camarera, (aunque siempre fuera de manga corta), y le encantaba elogiar su pastel, y yo me conformaba con un cortado. A mi también me caía bien Soraya la camarera, y su tarta de manzana. A veces venían sus nietas, y estoy segura que cualquiera me confundiría con una de ellas, pero ellas estaban allí por mí, y yo por él. Me contaba sus historietas, y yo a veces alguna mía, pero pocas. Él no lo necesitaba, a él le bastaba con sentirse escuchado, y yo eso, sabía y podía hacerlo. Luego dábamos otro paseo de camino a mi casa, y cuando él ya creía que habíamos llegado, y nos despedíamos, yo le acompañaba hasta la suya sin que lo supiera, por la acera de enfrente, vigilando que llegara bien a su hogar, y entonces ya sí, yo volvía... Era absurdo, pero era así. Yo era así, y sigo siendo así. Y volvía tan triste cada vez... que no podía seguir. Ahora creo que no era tristeza, no sé muy bien qué, alguna otra cosa que a día de hoy sigo sin saber identificar. Puede que también sea cuestión de energía... Me quedaba sin ella, no sé de que forma, pero aquel buen señor, en lo que dura un café, se la llevaba. Será que tengo poca. Será que no se destruye, pero se cede. Será lo que sea, pero hoy he vuelto a sentirlo.

No se llama Jose María, se llama Felisa. No utiliza gayato (toda la vida oyéndoselo pronunciar a mi yayo y ni siquiera sé si se escribe así) pero utiliza un bastón, que son sus ojos. Ambos tienen familia, pero ambos viven sólo con un gatito. Él si podía ver, y ella también puede hacerlo, pero con sus manos. Y ambos estuvieron casados hasta que se quedaron solos. No lo entiendo y tengo miedo. Me asusta llegar a esa edad y no tener nada, supongo que por eso quiero llenar mi vida de todo lo posible, para que cuando sólo queden los recuerdos, eso, sea suficiente. Y es por eso que también temo y odio esa enfermedad que se lleva hasta lo único a lo que a veces podemos aferrarnos; nuestros recuerdos. POr eso y porque la viví de cerca, y porque temo que siga acechándonos y que algún día mi madre no sepa mi nombre, como pasó con él, y también con ella. Me asusta el día en que sienta que ya he hecho todo lo que tenía que hacer en la vida, me asusta que llegue el día en que sienta que sólo tengo que esperar a la muerte... Y es por culpa de eso, mi eterna discusión con ella, con mi amiga del café y de los cubatas, y también de un simple vaso de agua:

- Tengo ganas de tener la vida hecha, de tener mi familia, mi casa...
- A mí me aterroriza esa idea.


Y será por eso que siempre voy dando tumbos, será por eso que soy bipolar e indecisa. O tal vez no.

Felisa tiene una vecina adorable, que hoy he conocido. Siempre ha estado ahí, en el piso de arriba, pero no ha sido hasta que ambas no se han quedado solas, que hayan llegado a conocerse del todo. Supongo que es la necesidad lo que nos une a otros, sólo somos en sociedad. Y es aquí mi eterna discusión conmigo misma ¿altruismo y bondad o puro egoísmo? Pura necesidad de sentirnos útiles a costa de otros... Y es ahí dónde yo me pierdo y encuentro, dependiendo del día.

MCarmen, la vecina adorable, le ayuda en todo, va por la mñana antes de irse a trabajar a ponerle gotas a los ojos y vigilar que su gato, que está enfermo no haya vomitado por la casa, para que Felisa, no se resbale y caiga... Y cuando vuelve de trabajar va a verle, a veces le lleva a la ONCE o le invita a comer... Otras simplemente está con ella o le compra la lana que necesita, porque Felisa no ve, pero hace unos tapices preciosos llenos de colores y de vida... No los ve, pero me ha contado que los distingue por el grosor de la lana... El negro es más gordito, pero es incapaz de diferenciar algunos otros. Hoy estaba preocupada, no sabía si estaba el amarillo entre su cubo de retales, parecía ser algo realmente importante para ella... Sus ojos, aunque no ven, brillan, y lo han hecho cuando le he dicho que había amarillo y además de dos tonalidades diferentes. Jose María pintaba cuadros. Quería hacerme uno, pero me fui antes. Siempre que paso por su patio me acuerdo de él, pero he olvidado esa palabra que tanto repetía. Felisa es de Madrid, sus laísmos le delatan y a mí me hacen torcer el gesto, pero suerte que no lo ve. A Felisa, le encantan las expresiones de tipo: - ¡Cuánto tiempo sin verte! - Y yo no puedo evitar reírme, aunque las repita constantemente. Una vez más, supongo que el sentido del humor es lo que nos salva... Y ella lo tiene, y mucho. Aunque me coja de la mano y me diga que "estaba tan contenta de "vernos" que tenía nervios en el estómago, porque había estado muy triste aquella mañana y en ese momento era muy feliz..." Y es ese sentimiento de dependencia con el que yo no puedo y el que a la vez me empuja. Y a veces pueden mis ganas de cambiar el mundo, y otras las de dejar que el mundo me cambie. No tengo remedio, y nunca lo tendré, y seré así toda la vida. Y algunos días querré matarme (con acento argentino y dramatizando, no sintiéndolo en el fondo)o no levantarme de la cama y otros me despertaré sonriendo y pareciéndome éste, el mundo apropiado para vivir y luchar. No tengo remedio. Y unos días me apasionará la historia de MCarmen, la vecina adorable, y otros lloraré porque ella también se siente sola y vive con su perro que ya tiene 15 años. Y una tarde me fumaré un cigarro en el balcón sintiéndome mal por abandonar a JoseMaria y mis ideales, y otras pensaré que al menos lo intenté, y que puede que vuelva a hacerlo. Y la mayoría de noches pensaré que tengo que hacer algo, que mi vida no está aquí o no es la que está siendo y otras, sonreiré feliz al ver lo que tengo y quien soy. Y no tengo remedio, y a veces no quiero tenerlo.

Son Felisa y Jose María, pero tienen miles de nombres y viven en cada ciudad, en cada piso antiguo de muchos barrios. Cada uno con su historia por contar, y deseando ser escuchada. Será que tengo una debilidad especial por los abuelitos, será que disfruté poco tiempo de los míos, y que mis quince años estuvieron marcados por mi yayo. Será que aún recuerdo cuando llegué a casa con el chándal del colegio aquel medio día, y vi, ante los ojos llorosos de ellas, como mi yayo se miraba al espejo y no reconocía que era su imagen la que había al otro lado. Será que aquel día volví llorando al colegio y que el siguiente año fue una lucha por hacerle sentir querido, aunque a ráfagas temporales se sintiera un extraño frente a desconocidos. Será que él no sabía quién era yo, pero yo tenía la suerte de sí saber quién era él. O que estaba veinte horas al día pendiente de él, dándole la mano y diciéndole que era más guapo que el sol, y engañándonos y diciéndole que es el que más me quería de la familia, aunque él no lo supiera. Será que fui quién estuvo con él los últimos segundos de su vida, y quien le dio agua por última vez. Creo que desde aquel día, en mi casa se me ha considerado la portadora de las malas noticias. Siempre que ha pasado algo, era yo quién estaba al lado, era yo quien cogía el teléfono, era yo quien tenía que tragar saliva y decirle a mi madre qué había pasado. Será que durante mucho tiempo seguía soñando con él... Incluso recuerdo una noche que pensé: - Que no sea un sueño, por favor, que no tenga que despertar y volver a descubrir que ya no está vivo...- Pero volví a despertar. Será lo que sea, pero que yo soy así, y que parte de mi vida ha sido así, eso sí que no tiene remedio.

Será que no quería conocer la sonrisa de Felisa, ni mucho menos su soledad. Será que comprendo a la perfección cuando mi madre me dice que se siente mal al volver de pasar un ratito con ella, y que yo no soy capaz de decirle que la entiendo, que por eso le di el relevo y me siento orgullosa de ella, de por lo menos yo haberle podido acercar a ese mundo, y que ha dado la talla mucho mejor que yo. Será que estos ya tres años sabáticos que me he tomado del mundo, no me han hecho descubrir nada, ni siquiera descubrirme a mí. Será que tengo la sensiblidad más imperfecta del mundo. La suficiente para que me afecte lo que le pase el resto del mundo, pero demasiada como para poder hacerle frente. Y es ahora cuando me vuelvo a replantear mi vida, y pienso, ¿cómo voy a querer cambiar el mundo si me hunde un ovillo de lana amarilla? ¿Qué pretendo? Y supongo que por todo ésto, me extrañó mi actitud en aquel país en el que los nenes se sorprendieron al descubrir que la comida podía ser caliente, y no sé si me hice insensible o fuerte. Y ahora, justo ahora, no sé como soy, ni lo que quiero, aunque sí lo que quisiera querer. Justo ahora, no sé nada, por lo que debo ser tan sabia como aquél. Justo ahora, me voy a la cama :P porque ha sido un día raro... y me encantaría que estuviera acabando como empezó, durmiendo un ratito con mi mami, mientras una tormenta de verano cae en la playa... Pero un coctel y mis amigas, no es un mal cambio.

Son Felisa y José María, y posiblemente, en un futuro muchos también lo seamos.

http://www.youtube.com/watch?v=jD710_IQz1s&feature=related

7 comentarios:

  1. "Y a veces pueden mis ganas de cambiar el mundo, y otras las de dejar que el mundo me cambie"

    Creo q esa dualidad es innata y exclusiva de los humanos, si fueramos animales irracionales ni nos planteariamos siquiera el desviarnos para ayudar a un compañero de manada cojo, ciego o practicamente muerto de inanicion, seguiriamos por nuestro camino sin remordimientos. Sin sentimientos. Por lo menos, (¿) en esto somos un poquito mejores a ellos (?) (¿pregunta o afirmacion?).
    Lo q quiero decir es q entre esa duda de "cambiar el mundo o q el mundo me cambie a mi" hay quien se abstrae de ella ignorandola y hay quien la mira cara a cara a los ojos y la reta a enfrentarse con ella e incluso hay quien, ademas de enfrentarse a ella, la vence dando un paso gigante hasta nicaragua o dando un pequeño pasito hasta la casa de Jose Maria ;) otros no hemos sido capaces de ganar (aun).

    pd: has visto? ya cito frases tuyas entrecomillandolas como si fueras alguien importante jajaja

    Un besito

    ResponderEliminar
  2. Bueno, bueno aquí podría hablar de casos de "altruismo" en el mundo animal, y lo pongo entre comillas, porq no creo en ello ni en los humanos, mucho menos en animales, pero los que saben, a eso lo llaman altruismo... y ¿quién soy yo para rebatirles? Tb podría habalrte de insectos eusociales, y de cooperación entre ellos y más cosas que parece que no pero aprendí en la carrera... pero sabes qué? Por una vez no me apetece llevarte la contraria...jajajaja aunque sólo porque sé lo que quieres decir, y te lo agradezco. Y sobre todo porque tener 0 comentarios en esta entrada me dolería, pero no por mí, sino por
    Felisa y JMaría, claro jajajaja

    pd: insinúas que no soy alguien importante? Fuera de mi blog! jajajajaja Un beset, trabajador.

    ResponderEliminar
  3. Cada día me caes mejor, aunque me hagas llorar con éstas entradas ;)

    Yo hace años (en el 2001 o 2002) me apunté a "acción social" o algo así, realmente no sé como se llamaba el grupo, tenía unos 13 o 14 años, y consistía en ir tres veces por semana a una residencia de ancianos para ayudarlos unas pocas horas al día.
    Allí conocí a la gente mayor que saben el verdadero significado de la palabra SOLEDAD. Personas a las que se les iluminaba la cara cuando veían que un grupo de niñas se acercaban para ver la tv con ellos, pasearlos, darles de comer o hablar. Agradecían el ser escuchados y tú a la vez sentías esa parte de "egoísmo" por creer estar haciendo algo bien en éste loco mundo. Siempre he creído que éste mundo está loco, aunque más loca esté yo, pero siempre he creído que se puede arreglar con un poquito de esfuerzo e ilusión.

    En fin, que me enrollo más de lo necesario, que estoy de acuerdo contigo en todo eso que dices, el los "dilemas" de estar haciendo o no estra haciendo, sentir o no sentir...

    A mi me criáron mis abuelos maternos, mientras mis padres trabajaban ellos me daban todo su cariño, y la noche que me llamaron para decirme que de pronto, sin avisar, mi abuelita había desaparecido creí no haberle dicho o devuelto todo lo que ella me dió.

    No quiero ponerme melancólica asi que ya termino ;)

    Un besote niña!

    ResponderEliminar
  4. Yo tampoco creo en que nadie haga nada sin esperar una recompensa por ello, ya sea moral o divina. Pero eso no tiene que ser malo, todo buscamos el sentido de las cosas y encontrar que estás ayudando a otras personas porque a ti te hace sentir bien de alguna manera, eso no es malo… al contrario. Yo creo que lo importante es que al final siempre hay gente ayudando a los demás…

    La energía es muy fácil perderla, pero saber que puedes perderlas seguir haciéndolo es admirable. Unas grandes historias, gracias por compartirlo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Como algunos días tengo muchas palabras, otras no tengo ninguna asi que...
    :) pa vosotras! un besito y buen finde!

    ResponderEliminar
  6. Eres una máquina, tía... Increible!!!!
    Bonita historia!!!
    Debería haber más gente en el mundo como tú, porque es verdad que nuestros abuelos lo dan todo por nosotros y cuando se nos hacen mayores somos nosotros los que les tenemos que ayudar.

    Sobre todo, una cosa muy importante, saber escuchar e intentar ponerte en su lugar para que todo un poco más fácil, llenando esa soledad de alegría echando un ratillo con ellos agradable.
    Que al fin y al cabo, con lo que uno se queda, es con esos buenos momentos, ya que siempre nos quedamos con los mejores recuerdos.

    Un beso niña!

    ResponderEliminar
  7. Eso lo dices porque no me conoces, de haber más como yo... no sé, algo grave ocurriría...jaja Mejor que no.
    Un besito y gracias por dejar "tu sonrisa" ;)

    ResponderEliminar

Me gustaría decirte que